Dicen que la mejor forma de
descansar es yéndose de vacaciones. Tomando en serio esta afirmación, no habría
entonces mayor descanso para un reo que salir de vacaciones a alguna concurrida
calle capitalina, sin sentir -en ningún momento- el ojo avizor que lo persigue,
que espía cada uno de sus movimiento y vigila cada una de sus más sutiles
actitudes.
Y cuando el reo se canse de su
monótona libertad -rodeado de gente que no sabe lo que significa vivir en una
cárcel-, mansamente regresara a su celda, ya sea asesinando a algún cretino,
asaltando algún usurero banco, golpeando a alguna frágil criatura con vocación
de mártir o, simplemente, confesando algún delito -real o imaginario- que le
permita recuperar la ilusión de alcanzar, algún día, si la vida alcanza, su
ansiada y anhelada verdadera Libertad.
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